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AMOR PERDIDO EN LA PLAYA Y LA BRUMA DEL MAR



Las imágenes, comprenden diversos aspectos vividos durante 70 años atrás, por Luis Arteta De la Torre y Ramiro Molina Arteta: gratos recuerdos de los paseos con ollas en parejitas a la entonces, Playas de Uva.  Atraídos por el bailoteo de las olas, la brisa, la arena mojada y la bruma del mar. Sin olvidar un instante, las casitas de palmas del pueblo Juan de Acosta.


Hugo  Miguel Buelvas Posada:

HISTORIA DE LOS PUEBLOS: LA RECOMPOSICIÓN DEL PASADO.


Parejitas de amigos, entre  vecinos de patios, familiares y compañeros de estudios, cualquier día inventan irse de paseo dominical a “Playas de  Uva”. Unos más que otros, conocían el trayecto del pueblo Juan de Acosta al puerto de mar. Una distancia de cinco kilómetros.

 

El invento del viaje a “Playas de Uva”, nace de tertulias familiares, en plenitud de bailes, y reuniones grupales, aproximadamente año 1954. Tiempos aquellos en que, los ratos de encuentros encerraban coqueteos, refranes y chistes caseros.

 

Paseos con las ollas: atravesando caminitos y  trochas, subiendo y bajando terrenos de lomas empinadas; abriendo puertas de alambre púa. Vía que de rastrojos, hoy  70 años después, es una carretera pavimentada estilo autopista al Mar Caribe. Donde hasta finales del siglo 20 continuaba siendo un “camino real”.

 

Todos por igual, portando ollas, calderos, poncheras, calabazos con agua, cucharas de palos, palotes, condimentos, productos del campo y hasta  bolsas de trapos para colar el café, dando lugar a preparar  platos exquisitos, cocidos a juego lento.  Alimentos degustados de manera agradable. En actividades distintas a sus quehaceres de pueblo.

 

Las parejitas costeras, les era hasta enredado, cruzar por predios de familiares: como: “Huerta Brava”, “El Peligro”, “El Otal”, “Zassunilla”  y “Tofiero”. No obstante, derrocharse alegremente las actividades  de esparcimientos a través del tiempo libre, acompañado por  cantares de las melodías de la época; formalizando los denominados “carnavalitos”. 

 

Viviendo cosas cambiantes a las de casas; decidiendo retornar a Juan de Acosta, sobre los atardeceres, refiriendo las cosas nuevas aprendidas, dejarse coger de las noches oscuras. Tras anotar sobre libreticas apuntes de las aventuras vividas sobre las playas, sirviéndoles para preparar ensayos en las +áreas de lenguaje.

 

Los primos hermanos: Ramiro y Luis, refieren al pie de la letra, mozos tiempos juveniles en su Juan de Acosta. Recordar los bailes de salas, darse  la comunicación del ambiente familiar, desbordado de cariño y amor a pueblo, mediante juegos costumbristas. Resaltando entre ellos: bolitas de cristal, el balón tirado y las  adivinanzas, tomando por ejemplos: dichos tradicionales: “métete que te mojas”, “tapa el espejo que está tronando”, “huye, ahí viene el loco Simón”.

 

Simón, muchacho de mente retardada,  siempre andaba con un pedazo de palo, recorriendo las calles del pueblo, de caminar lento que, junto a “Pinguiño”, “Churre”“Juancho Promaso” y “Casadián”, han sido los únicos personajes costeros.

 

Recuerdos hoy por hoy, surgen de conversas con Luis Ernesto y Ramiro Antonio, egresados de la extinta Normal de Varones de Barranquilla. Personas que, prácticamente su gran  tiempo de trabajo lo ejerce en la escuela pública del pueblo Mateo Gómez; donde  Molina Arteta, desempeña la  dirección: “Colegio Camilo Torres”.

 

Ya pensionados, Arteta y Molina, toman rumbos distintos. No obstante, permanecerles las imágenes del pasado. Reiterando las experiencias de “paseos con ollas”. Donde había  diversas clases de trastes de cocinas, llevados a lomo de burros y caballos, hacia la mítica playa, hoy llamada “Santa Verónica”.

 

Paseos que constituyen anécdotas, cuando la muchachada jugueteaba en correndillas pata pelá, de lado a lado de la arena mojada, en que, las pisadas marcaban huellas plantares, aún perduran en el tiempo. Unos escribiéndose en secretos, palabritas a dedos sobre la arena.

 

Luis Ernesto y Ramiro Antonio, profesores de la tiza, la almohadilla de trapo, la regla rectangular, la palabra y la disciplina;  caracterizan alguna melancolía. Siete décadas después, les trae alguna melancolía denotada en sus rostros, pero decidiendo seguía adelante. Molina, por su parte en el pueblo Mateo Gómez, al  lado de su esposa,  Cecilia Hoyos Caballero y jugando con nietos y ex alumnos.  

 

Lucho, en el devenir: Barranquilla- Juan de Acosta. Pernotando por momentos en el “Vaivén” de su infancia, charlar con amigos y dirigirse a la cabaña “Villa Contra” (nombre en honor a su difunta esposa, Nidia Hoyos Caballero), en pleno puerto balneario Santa Verónica.

 

Asociarse con la letra musical: “Lamento naufrago”, autoría  Chucho Sanoja, tatarateando a los aires de la Barranquilla actual.

“Sobre la arena mojada bajo el viejo muelle la besé con honda pasión. Porque era un amor perdido  en la playa, perdido en la bruma del marViejo muelle de mi puerto triste atracadero de pasiones náufragas del mar. Sé que cerca a tus pilotes aún están anclados los recuerdos de aquel amor”.

Pieza musical que, a Lucho, le hace empuñar sus manos con deseos por levantar la vista hacia otros ratos de goces playeros.

 

“Perdido en la playa, morena perdido en la bruma del mar. Recordando tu cariñito, recordando tu corazón. Perdido en la playa morena, perdido en la bruma del mar. Si tu vuelves, mi cariñito, yo te doy mi corazoncito”.


Agradeciendo la buena enseñanza de: Ramiro Molina y Luis Arteta, muchas generaciones del pueblo Mateo Gómez, expresan aprecio  y respeto por ambos profesores llegados en 1960 procedentes de Juan de Acosta (Atlántico) con fines de construir otras características  de personas. Existiendo  entre muchas; profesionales de diferentes áreas del saber.

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