La panorámica del Río Sinú, sobre la cuenca alta jurisdiccional con el Nudo Nacional de Paramillo, hace indicar aspectos de bajo caudal y por ende, las causas disponibles de agua sobre una cobertura alta en disminución. Situaciones bastante riesgosas al registrarse series de caudales al paso de las últimas décadas, donde se urge atención a través del Estado colombiano, tendiente corregir muchos efectos medioambientales.
PERIODISMO AMBIENTAL MILENIO
Históricamente el Río Sinú ha registrado en la estación de Montería un caudal medio de 400m3/s. Mientras que en la época de estiaje (caudal mínio), comprendida entre diciembre y abril, se han presentado caudales medios mensuales entre 50 y 160: en tanto durante el tiempo de lluvia el rango de oscilación ha estado entre 578m3/s a 838m3/s. Aunque su caudal medio es de 450m3/s, su cuenca aportante tiene un área alrededor de 13.952 k2.
No obstante, la capacidad hidráulica del Río Sinu, marcada en el año 1967 sobre 1.050m3/s, en arrastre o transporte de agua dulce, tiempo que empieza a desfallecer, llegando escasamente a 700m3/s en 2014, unos 47 años más tarde; mostrando una baja en ese lapso de 350m3/s. Aún más grave de alto riesgo, un lapso de 57 años a hoy 2014, de acuerdo el informe del párrafo anterior. (Fuente: José Fernando Tirado Hernández, Director de la CVS, Revista MILENIO, Número 81, enero de 2014).
Empero, otras fuentes acreditadas, hablan de la disponibilidad de agua en la cuenca del Río Sinú, disminuye en los últimos cuarenta años (1981 y 2020), es decir, cuatro antes al hoy 2024. (Fuente, Ángel Daniel Díaz Carvajal, magister en Ingeniería – Recursos Hidráulicos de la Universidad Nacional de Colombia- Unal- sede Medellín).
El académico de la Ingeniería Hidráulica, mediante amplio recorrido por 60 estaciones de monitoreo de precipitación y caudal tomadas entre 1981 y 2020. Se evidenció que la escasez de agua en la cuenca del Río Sinú, hasta cuatro años atrás, había pasado del 10 al 30% anual.
Atinente al informe dado por Díaz Carvajal, MILENIO, este mayo de 2024, sin conocerse cualquier otro dato al respecto, es claro suponer, la considerable falta de agua en el lapso de 39 años, sobre el 30% anual, arroja una merma estimada del 11.7 porcentual. Cifra bastante considerable de tenerse en cuenta, dada la decadencia en la hidraúlica del Río Sinú.
Además, en ese monitoreo, fue estudiada la variabilidad climática de la cuenca en un periodo de 40 años, en cuanto las variaciones en algunos parámetros que determinan la oferta hídrica del territorio.
Para ello se enfocó en identificar los cambios que son presentados en las precipitaciones (lluvias) y el caudal del río, así como sus relaciones con el ENSO-fenómeno de cambio climático que se manifiesta a través de El Niño o la Niña y la operación del embalse de la Urrá.
“Caracterizar sus comportamientos y estudiar sus tendencias es muy importante para planear mejor la gestión de los recursos hídricos”, apunta el investigador.
Agregando que, para el estudio se aplicó métodos estadísticos apropiados en análisis de registros de cuatro décadas en 46 estaciones pluviométricas y 16 estaciones de caudal, así como la información espacial de lluvia de la base de datos – CHIRPS- (Climate Hazards Group Infrared Precipitation With Station Data), para cubrir totalmente la zona de estudio, desde la cuenca alta- en el Parque Nacional Nudo del Paramillo, hasta la cuenca baja en el área de desembocadura en el mar Caribe.
Enfatiza el magister que, “uno de los aportes de la metodología estuvo en proponer la técnica estadística conocida como análisis de varianza para evaluar específicamente si el ENSO genera cambios significativos en las variables (precipitación y caudal), y se encontró que algunos meses tienen más impacto que otros. En la época seca (diciembre, enero y febrero), y en el segundo semestre del año las alteraciones son mayores. Se evidenció la importancia de utilizar los análisis de forma discriminada para cada mes.
Precisó, con respecto al caudal, se encontró que esta variable refleja de forma clara la respuesta de la cuenca al cambio o la variabilidad de la precipitación, que a su vez es modelada por el ENSO, la vegetación y las actividades humanas. Atribuyendo que, los meses en los que hay más influencia del ENSO están agrupados: los de menor impacto son los que van de abril a julio, mientras que los de mayor impacto van de agosto a marzo. Según el investigador Díaz, este hallazgo es muy importante porque da una idea de cuáles pueden ser los meses más afectados ante la ocurrencia de una fase activa del fenómeno.
“En la parte alta del Sinú, el tiempo de respuesta medio está entre 3 y 5 días, es decir que los caudales responden a la lluvia de los 3-5 días anteriores. No obstante, durante El Niño se presentan máximos de 11 días y durante La Niña mínimos de 1 día”.
Este es un aspecto fundamental a tener en cuenta en el diseño y la construcción de obras hidráulicas, por ejemplo, pues “si las condiciones de diseño cambian ante la ocurrencia de una fase activa del fenómeno, ¿cómo se afectaría la seguridad de la obra?, pregunta el investigador.
En vista de la actual situación hidráulica que muestra el Río Sinú, resulta importante una acción imperante del Ministerio del Ambiente, con miras de evitar mayores deterioros respecto a la descendencia de arrastre del agua.
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