Por Jhon F. Galindo*
Detrás del telón hay una luz, una música lejana que resuena entre las grietas que somos, una película que se repite hasta el infinito. Sombras que se encuentran y se entretejen formando imágenes que vienen de la niñez, de eso que somos como individuos, como espectadores de una tragedia que nos pertenece y que nos ilumina. Hay un busto de una mujer que gime. Debilitados por el sexo, los impulsos se funden a negro y vuelven al origen. Habrá que esperar a ese humano que llegue silencioso de otra parte, a que despierte:
Hay escrituras que pueden verse como sueños imperceptibles sobre las paredes de la memoria. Hay otras que son cintas olvidadas en cajones empolvados y que cuando las miramos a la luz, tan solo son espejos en donde no nos reflejamos. La de Miguel Buelvas, aún más arriesgada, nos introduce en una sala oscura en la que se proyectan imágenes de nuestras propias vidas, donde personajes ficticios terminan mezclados con alguien real que emerge de una pantalla gigante en la que nosotros mismos caminamos, perdidos en nuestros propios recuerdos. Imágenes que se reconfiguran hasta lograr un peso distinto, una dimensión que, como la de los sueños, se teje de escenas familiares pero a la vez desconocidas. El pulso de la desolación cruza el lenguaje. La infancia es un niño que mira los negativos de su futuro y sonríe. El asombro. Cada imagen aparece o desaparece. Los sentidos se abren o se cierran. La loca sinfonía del hombre, resuena bajo nuestros párpados como una música que, perdida desde hace mucho, aparece de nuevo para acompañarnos en la trágica experiencia de estar vivos. Este libro de Miguel Buelvas, tan cercano al cine, tan cercano a las formas que tiene la luz para descubrir la materia, nos introduce a un mundo raro. Cuatro escenas en las voces, los personajes, los diálogos, los planos y los encuadres se cruzan y se transforman en una caja mágica que al abrirla deja escapar faunos y pesadillas, laberintos y flores, amores y condenas. La locura. Un libro que como una trampa nos lanza hasta regiones innombrables cargadas de símbolos y de miedos. Palabras que son recuerdos de un alma frente a la pantalla. Silencios, demasiados silencios.
No hay mejor trampa para quien habla mucho.
Dentro de la caja hay otro mundo.
* Jhon F. Galindo (Bucaramanga, 1978). Fue merecedor del XIX Premio Nacional de Poesía de la Universidad Externado de Colombia, 2007. Su libro Ventanas de otros días recibió el IV Premio de Impulso a la Poesía Joven Colombiana (2008) y en 2009 recibió la Primera mención de honor en la bienal de Poesía “Julio Flores”.
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