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LOS 7 DE DICIEMBRE QUE NO VUELVEN

Visión periodística: Hugo Buelvas Posada


Las primas noches de cada 7 de diciembre, hasta 1960, incluso, comenzaban las fiestas para los atarrayeros riberanos o ribereños al Río Sinú. Una fecha inolvidable para la historia anfibia, dado el arranque o inicio de la subienda del “pez bocachico”.


“El coleo o saltarín por montones de peces confundiendo el siseo del susurro de las aguas azulosas”, se hacía visible a las distancias, ante el rumor de las corrientes; claras señales de las venidas de las tradicional bonanza pesquera.


Felipe Guerra, nativo de La Madera ( Pelayo), residenciado en Los Garzones, es traído a colación 62 años después, por sus costumbres riadas, enamorado del río Sinú y versado pescador de atarrayas. Uno de los símbolos ejemplarizantes de este 7 de diciembre de 2022. Vivir en otras épocas, tiempos y espacios. Parte esencial de la historia de la entonces llamada comúnmente “Suba del pescao”.

“Viejo Felo”, llamado cariñoso de la tía Carmita Buelvas, sigue siendo aún recordado, como gran protagonista de las artimañas de la pesca artesanal con las atarrayas, por el entonces caudaloso río. Gran fuente hídrica, repleta de mitos y realidades, borrada del panorama, y que, las actuales generaciones no pudieron conocer; la ruta principal de aproximadamente 20 kilómetros, entre La Ceiba y límites con la urbe cereteana. Donde hoy, algunos ancianos, el solo recordar épocas vividas por el torrentoso río Sinú, sus ojos se aguan de nostalgias.


“Viejo Felo”, mestizo sinuano, con solo olfatear a la distancia el olor del agua dulce del río, conocía cada 7 de diciembre el momento preciso para llegar a las orillas del Sinú y lanzar el primer atarrayazo. Esos días 7, comía más temprano el arroz de la cena. Ya cuando iba ocultándose la claridad del sol; en voz bajita, le pedía a Carmita una tutumita de café tinto. Dadas las ansias de llegar al río, de dos sorbos vaciaba el poco de café. Entre pasos y pasos, salía al patio de la casa, con la oreja parada percibía el coleo de los peces a la distancia. Inmediatamente agarraba la atarraya y tirada a los hombros, caminando menudito y emanando humo denso y copioso de su boca; atravesaba un corto trayecto de llegada para la primera faena pesquera. Estas mismas actividades de Felipe, la hacían simultáneamente centenares de atarrayeros en todo lo ancho y largo del río Sinú. Pegarle primero a la subienda del “bocachico” los días 7 de diciembre.

Mucho antes de la llegada a los barrancos orilleros, “Viejo Felo”, penetraba el saltarín de peces, que con su accionar, confundían el siseo del susurro de las aguas, generando grandes encantos “al pescador de la tierra”, como narra una estrofa del tema musical del extinto Benito Barros. La frecuente saltada de peces, sobresaliendo el color blanco brillante del “bocachico” a los aires, originaba curiosidad a la gran multitud de gentes ribereñas que al oscurecerse el día y entrar la noche; se apilonaban en filas para avivar a los pescadores.

Los garzoneros de antes, animaban al “Viejo Felo”, el único pescador de esa época. El primer atarrayazo era la sensación pueblana de las épocas iniciales de las “subiendas de pescados”.

A su retorno a casa, Felipe Guerra, caminando entre pasitos esquivados por la terronera, noche oscura, alumbrada solo con algunas lamparitas y mechones de gas, con la pesada atarraya llena de peces a sus hombros; jipiando de alegría, pisa la entrada de la vivienda, tira al suelo el escombro de pitas enrolladas con trocitos de plomo; gritando….”aquí está la comida de la semana”.

Al instante de sentarse sobre un taburete, reposar un rato, para enfrentar la faena de componer los peces, allá al fondo del patio Felo, percibe el canto del Buho, para muchos, al animal de protector de los mitos. “Oye Carmita, ya sonó el amigo Buho, buena suerte para la subienda que nos espera”.


Ya avanzada la noche, metiéndose el día 8, “fiestas de la Virgen Concepción”, conmemoración de los primeros 52 años de la traída por los hermanos Rodríguez Ricardo, la primera imagen en márbol a Garzones; José Dolores González, vecino de Felipe, dispara el primer campanazo desde la vieja y antigua capilla, anunciando un año más. Tales momentos se vivieron en el Garzones de antes; como inicio de las fiestas patronales en honor a la Concepción.


“Oh Carmita, ganas de comer pescao frito con plátano a esta hora”, dijo Felo a su esposa. “Si” respondió la mujer. Serían las 12 y pico de la mañana del 8 de diciembre. Momentos exactos que el cielo estaba despejado, de los patos cuervos sobrevolando los aires del río Sinú por Garzones. Sobre esta premisa, “Viejo Felo”, en voz alta repetía las palabras de los viejos de comienzos del siglo 20, dichos de la gente de ciénagas. Y que Felipe Guerra, al amanecer del 8 de diciembre, ya presentía la “muerte de la pesca en el río Sinú”. Siendo junto con la sociedad nueva de la época del 60, la última subienda del “bocachico”, con ella, también la despedida de la navegabilidad por lanchas entre Tierralta- Montería y Cartagena.

Cosa bíblica, desde ese mismo 7 de diciembre de 1960, quedan grabadas historias de las tradicionales subiendas de peces, registrándose una gran bonanza, con producciones de millones de toneladas propicias para la exportación del producto del río Sinú. Tales historias, nos hacen recorrer gran espectáculo vivido tras recorrer mentalmente el Sinú; momentos distintos y exquisitos, de las épocas de la “subida del pescao”, durmiendo en las playas y consumiendo pescado de diferentes maneras.


Una despedida en que, millares de niños ribereños, acudían a los ricos bajos, cogiendo peces con las manos, por bultos y llevados a sus casas. Solo gratos recuerdos de aquellos encantos de viejos pescadores, los que, con atarrayas y trasmallos hicieron sus faenas, siendo hoy solo leyendas de historias reales.


Ahora, este 7 de diciembre, con el río desierto, sin el aleteo de peces, sin el rumor de las aguas abatidas por la velocidad de las lanchas, menos aún, sin el sobrevuelo de las aves canoras. Solo noches silenciadas, es lo que podemos percibir. Donde por supuesto, ahora impera la “inseguridad alimentaria” y el deterioro medioambiental del río Sinú.



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