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SAN NICOLÁS DE BARI: CASTILLO DE PIEDRAS. HISTORIAS Y MISTERIOS


Foto: Las imágenes de arriba, semejan hallarse asentado el caserío encima del agua del  Río Sinú, demasiado de cerca con la  serranía; indicando existir en el siglo 21, vestigios de la  Era Precolombina, sin ser explotados.  


En los momentos actuales, se  perciben otro estilo de casas o  habitaciones hasta de dos pisos en algunos sitios. Sin embargo, las callecitas empedradas se conservan de manera igual, incluso al precolombianismo. Vivir en paraje como: San Nicolás de Bari, es adaptarse a otras circunstancias naturales


Análisis: Hugo Miguel Buelvas Posada: Director MILENIO 2024 


Sobrevolar  los aires o entrarnos en carro, por el camino real, apartando la vía pavimentada; es como hallarnos contemplando otra naturaleza dentro de sí misma. Repartir la vista de lado y lado, es ir descubriendo cosas reales y míticas sobre arboledas, cerros, cielo y agua. Son espacios de la geografía territorial hallada momentos antes de penetrar al caserío “San Nicolás de Bari”. 


De nuevo, retornamos al sitio de encantos, 12 años después de publicada primera crónica, bajo el mismo titular, dada la superficie del caserío, pero sin palparse algún cambio en relación a servicios públicos básicos. Aún, la ubicación poblacional sobre 10,38  kilómetros cuadrados, su  clima inicial de bosque seco  tropical, la temperatura  marca calores extremos. 


Esta segunda visita a San Nicolás de Bari, nos hace idear otros pensamientos respecto a los asentamientos humanos del Zenú. Puesto, al parecer en el sitio, se radicaron los primeros habitantes del Valle Sinú;  anterior a Momil y Betancí, siendo centro de culto   religioso y sede funeraria  de la   antigua provincia Finzenú.  


La trascendencia sociohistórica y cultural de San Nicolás de Bari, va más allá de cartapazos documentales escritos en  diversos idiomas.  Siendo aquí, en esta misma superficie de piedras,  rocas y barro amarillo, donde habitaron “mohanes” y  “caciques”, entre ellos: “Orica”. No obstante tiempos después,  año 1.535, aparece la fundación hispana por las tropas de Alonso de Heredia. 


Su nombre bautismal, surge de “San  Nicolás de Bari”, uno de los tres santos (San Bernardo, San Nicolás  y  San Sebastián), traídos a bordo de un barco español. De acuerdo historiadores  de la oralidad.  


Este pedazo de tierra, surcada a orillas del Río Sinú, por el solo  inclinar la vista a su parte izquierda; podemos divisar el pintoresco panorama “Cerro La Peña”, de bastante recorrido territorial.  Sitio bastante llamativo a propios y  foráneos. “La Peña de las Guacamayas”, lugar pegado al elevado cerro del mismo nombre. Encontrarse además en  forma de meandro del río, siendo el lugar  de mayor peligrosidad aun del Valle Sinú, dado sus   remolinos y el mito del canto de las Guacamayas,  que “hundían los barcos, entre tantos, “El Vapor  Sinú”.   


En este sitio, los hermanos Pedro y Alonso de Heredia dejaron un fuerte  militar.  Para protegerse de los Caribes, Tunucunas y los piratas enemigos de España. Entonces, “Cerro La Peña”, captado hoy desde otros  ángulos fotográficos MILENIO,  denota igualmente historia oculta, tras considerarse uno de los puntos geográficos extremos de la cuchilla de Cispata, superficie  de alta riqueza biodiversa.  


Hoy por hoy, a 11 años de cumplirse cinco siglos de fundada la Aldea San Nicolás de Bari; no extraña que, los primeros habitantes de Lorica, hayan emigrado por los  barrancos bajeros del río, procedentes del citado pueblo, llamado al principio: “Encarnación”.  La misma historia dice: el sitio “Castillo de piedras”, en 1710, fue refundado por el colonizador  español Josep Cristóbal, con nativos Zenú traídos de las riberas Sinú.   


Por ende, San Nicolás se constituye  en el primer ¨Puerto Español” ribereño. Sirviendo como punto de apoyo para internarse río  arriba en busca de riquezas. También predilecto lugar de encuentro de los primeros colonizadores y  fundadores de las poblaciones del Gran  Valle Sinú. 


Aunque la historia sea el mismo hombre. Otros datos adquiridos nos dicen, creerse que se trata del Vapor Sinú, antiguo General  Santos Gutiérrez,  al  navegar desde 1878 con motivo de la   entonces Guerra Civil de los Mil Días. 


La misma historia de San Nicolás de Bari,  trata que en 1718, la entonces Aldea, se autorice  el Resguardo Indígena, un  tiempo de 55 años anteriores al Zenú de San Andrés de Sotavento, creado en 1773 por la Corona de Castilla. No obstante, el resguardo de San  Nicolás persista  hasta 1908.  


Venir, conversar con gentes de todas las edades, entre ellas: el niño que sale caminando despacio de la escuela,  la  ama de casa, el  hacedor de atarrayas, el pescador, el cuentero y hasta el profesor foráneo; es, por ende, pasarse un rato atractivo en San Nicolás de Bari. Percibir su inmensa riqueza arqueológica.  Dándonos oportunidad de conocer los orígenes de la ciudad Santa Cruz de Lorica. Historias del indio, el blanco y el negro, tres facetas humanas establecidas en el Sinú.  


Ah, estando presente  su  riqueza cultural, donde jóvenes y ancianos negros, por ejemplo, conservan chécheres de tinajas en barro, bolsa de trapos de colar el café,  ambiente tropical enmarcado en climas de hospitalidad, haciendo honor al primer nombre hispano: “San Nicolás de la Paz”, bordeando una posición estratégica sobre los barrancos del  Sinú, encima de la cuchilla de Cispata y su  relativa  cercanía al Mar Caribe.  En el tintero,  queda mucho por contar de la  hasta ahora: “historia poco contada de San Nicolás de Bari. 

 

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