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LO QUE MI MADRE ME CONTÓ.


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Por: Félix Hoyos Lemus


Era de mañanita. Se asomaban las primeras lluvias de octubre. Mi madre cruzó la calle y con su hijo de 6 meses envuelto en una sábana llegó en un saltico a la casa de Orlanda Serpa. Después de un breve intercambio de buenos días, le dijo: “Orla, alístate que nos vamos para la iglesia a bautizar al niño.


Tu serás la madrina”. Después de haber perdido a 3 hijos en línea, debido a la impotabilidad del agua en aquellos tiempos, era comprensible su deseo de bautizar al niño para que no muriera “moro”.  Recorrieron la fangosa calle del comercio y sacaron provecho de las trillas que se hacían en el barro endurecido por el andar sucesivo de los peatones.

Al llegar a la iglesia se encontraron con la noticia de que el cura había partido hacía Lorica, por vía acuática, a través de la ciénaga que ya había cargado, de modo que sus orillas estaban muy cerca de las primeras casas del pueblo.


 “Si mandan a alguien, todavía pueden conseguir al padre, porque las canoas salen a las 8 am” se escuchó a alguien, decir. Fue así como el hermano mayor partió raudo hacia el puerto, con tanta fortuna que el cura aún esperaba a que la canoa zarpara.


 “Padre, que si se devuelve a bautizar a mi hermano, que se está muriendo”. Aquel padre voluntarioso saltó de la canoa retornando rápidamente a la iglesia. En pocos instantes el niño estaba en la pila bautismal y con su sacramento cumplido. Aquel niño se pegó a la vida. Soy yo y estoy aquí, 74 años después, narrándoles esta historia.

 
 
 

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