PUEBLOS: CON Y SIN HISTORIAS
- mileniolarevista
- 20 nov 2023
- 4 Min. de lectura

Foto: ¿Qué tanto conocemos de nosotros mismos? Interrogante muy acusioso en poder descifrar las enmiendas geopolíticas de la “Historia Patria” colombiana. Las miles de millares diferencias entre pueblos originarios, con el diario vivir hoy, que, por desgracias son ignoradas.
La imagen fotográfica, mostrando esta calle del pueblo “Jardín” Antioquia, muy semejante a otros costeños: casos específicos: Tierralta mirando al San Jorge o Valledupar vía a La Paz.
Nuestro “Periodismo de Historia”, retoma las riendas hoy con bríos narrativos en procura de rescatar el pasado: dos ejemplos marcan las visiones de los pueblos originarios de América Latina: “El Jardín” Antioquia y “Mateo Gómez: la vuelta de 300 años en el pueblo de Río”. Geográficamente, el primero dista 531.8 kilómetros de Montería y el segundo: escasos 10 kilómetros.

La pregunta que nos ronda, tiene que ver con diversas circunstancias. Una, bordear tipos de culturas, costumbres y climas. Dos: socializar en parte ambas escrituras socioeconómicas: Tres: Iniciar un trabajo literario, para la UNESCO, en “Retornar al Origen”: narraciones ancestrales de espacios históricos y tiempos antropológicos, destacando temáticas en que las versiones hegemónicas priman.
Hoy por supuesto, tratamos algo relacionado con “El Jardín”, pueblito antioqueño que, el 23 de mayo de 1863, pasadas las reyertas independentistas se hizo justo darle el nombre y una entidad a la región ubicada sobre la cordillera Occidental denominándolo: “El Jardín” Antioquia. Un recuento ancestral, fundamentado en el libro: “Memorias de Jardín 150 años de fundación 1863- 2023”.
Jardín, pueblito desde su época colonial, mantiene la acogida de su cultura, cuna de arte y creatividad, tras el paradigma de convivencia. En la actualidad continua siendo tierra hospitalaria donde todo tipo de persona cabe, convive y disfruta de sus costumbres, etnias, ideologías y religiosidad diversa. Dialogando con nativos de Jardín, afirman: “todos los que viven y conviven en Jardín se caracterizan por encontrarse en él así como en su propia tierra”. Bertica Ceballos, amiga de años, le agrada pasearse y codearse con “jardineros”.
Allá, en el pueblito de Antioquia (la pacífica y sana), en ocasiones, no solo, mujeres y hombres de Jardín, pese su cariño por el terruño y sus realidades, son desconocidos los fundamentos de la riqueza cultural y social de su tierra; pudiendo ser, quizá, por la falta de acceso a las fuentes o también por falta en sus años escolares de suficiente estudio de la historia del patrimonio. (Versión del libro).

Sobre tal aspecto, creerse entonces, no ser caso aislado en Colombia y América del Sur. Son partes geopolíticas prácticamente iguales. Claros ejemplos que nos hacen referirnos al 84,76% del territorio nacional, el 88,48% caribeño, con gran desagrado: el 94,37% del Departamento de Córdoba. En donde la palabra “historia” hiede a rincones viejos.
Encantador por cierto el prólogo de la obra de “Jardín y de Antioquia” en que la historia está construida sobre aquellas acciones de individuos, tomados dentro de una convergencia de historias particulares, relacionadas entre sí. Otro ejercicio literario aquí: “por las redes sociales”, esta clase de temas son “un desperdicio”. Dada la historia resulta ser el prólogo del presente, pues indiscutiblemente requiere ser conocida y analizada, con finalidades de comprender el hoy de nuestros pueblos.
Grima nos da, claro ser gestores de cultura; aterrizar hoy por ejemplo, más del siglo, el 9,15% de alcaldes, concejales y demás, en el Departamento de Córdoba, “huérfanos” de saber siquiera que significa “la historia de sus pueblos”. Aunque, entre “allá y acá”, acrecentar la valoración por la propia tierra, donde los residentes en Jardín por nacimiento o adopción, sean conscientes de la riqueza cultural, monumental arquitectónica, étnica, lingüística, artística, biológica, económica, social, política, cívica, deportiva y lúdica del municipio.
Cosas que dan cuenta del trabajo colectivo de construcción de un suelo compartido y de la apuesta para que las presentes y nuevas generaciones, puedan desenvolverse en el mundo que solemos habitar, participando y decidiendo, no solo del día a día, así también, creciendo y consolidando de los fundamentos y razones de la misma gente.
Nos asombra así mismo: “cuanta burocracia” existe en tan solo, las “secretarías de Cultura departamental y de Montería”, en los recientes periodos administrativos, pasar solo de agaches, dejando moribunda las riquezas culturales. Hasta desaparecer la otrora “Casa de la Cultura de Montería”. Reconociendo el cambio del “Area Cultural” Banco de la República, bastante fundamentada acorde con el devenir de la sociedad.

Es el momento de asumirse autoridad de parte del Gobierno Nacional, en lo atinente con el sector cultura. Al inicio del mandato Petro, se insistió en siquiera, nombrar a la poetisa Sonia Rodríguez Pérez (garzonera de nacimiento), en el Ministerio de Cultura, hasta llegarse a desconocer sus dotes. Sonia, en una alcaldía municipal, fue la gestora de recursos millonarios para el “Plan Decenal de Cultura”, pero robados por corruptos locales, cuando ella había salido del cargo público.
En los actuales momentos que, solo el 26,27% de los habitantes de la urbe capitalina, suelen identificarse “Monteriano”, es la razón de que, no solo el entrante alcalde, también, cualquier historiador, salga a la palestra por confirmar “el Centro de Historia Montería” y trabajar por rescatar nuestros valores.
¿Cuántos aspirantes a: concejo y edil? Y ¿cuántos conocen la identidad del monteriano? Nos encontramos más tarde.

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