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¿QUIÉN DOMINA EL MUNDO?


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Foto: La mejor manera de galardonar al intelectual, es sin dudas, destacando sus memorias narradas en pasajes literarios. Un discípulo siempre está en deuda con su maestro. Por ello, el invitado a un paneo literario MILENIO, es el excelente pensador y fundador de la “Gramática Generativa”, filósofo y lingüista: NOAM CHOMSKY. El siglo 21, catalogado “siglo de las luces”, nos somete a considerar demasiados análisis, de cómo se viene moviendo la humanidad y la naturaleza en sí. Sobre todo, el espacio de tiempo de mayor cosificación o alienación del mismo ser. Aún, el mundo humano, no se repone de la “guerra biológica”, estallada allá en la China en 2018, acá en América del Sur en 2029, con el virus “Covid 19”.Cataclismo social en que, la ciencia postmoderna transcurridos cuatro años pandémicos sigue sin aportar la mínima verdad al terrible conflicto universal. “Mundo” en Metafísica trata del lugar donde suele ubicarse el hombre. Pues entonces, próximo al cumpleaños del ilustre y benemérito intelectual: NOAM CHOMSKY, número 95, este próximo 7 de diciembre, como más que un reconocimiento a su loable labor personal, la Revista MILENIO, tiene a bien de manera periódica, publicar varias entregas de textos extraídos de su magna obra literaria, bajo el título: ¿QUIÉN DOMINA EL MUNDO? Un texto, encarnizado, implacable y meticulosamente documentado, hace concebir y proporcionar la explicación indiscutible de los conflictos y peligros clave de nuestro tiempo que siempre se espera de Noam Chomsky. En un análisis incisivo y concienzudo de la presente situación internacional, en estos momentos, Chomsky hace planteamientos de argumento que Estados Unidos, aún desde antes de Donald Trump, por medio de sus políticas predominante militarista y su ilimitada devoción por mantener un imperio de escala mundial, el país está arriesgándose a una catástrofe que destrozaría los bienes comunes del planeta. En tal sentido, recurriendo a una amplia variedad de ejemplos, desde el programa en expansión de asesinatos mediante drones hasta la amenaza de una guerra nuclear, hasta pasando por los puntos críticos que representan las conflictividades de Irak, Irán, Afganistán e Israel –Palestina; situaciones vividas actualmente, en que, Chomsky ofrece reflexiones inesperadas y cargadas de matices sobre el funcionamiento del poder imperial en un planeta cada vez más caótico. Importante saludar el brillante estudio que proporciona este intelectual en virtud de cómo las élites de Estados Unidos han ido aislándose cada vez más ante cualquier eventual restricción que la democracia pretenda imponer a su poder. Entre tanto, el grueso de la sociedad es empujada a la apatía, permite, aún más, hacer lo que les parezca. De manera subrayada, nos damos a la tarea de presentar al lector comprensivo y acucioso solo unos cuantos trozos del libro: ¿Quién domina el mundo?

La responsabilidad de los intelectuales, el retorno. Antes de pensar en la responsabilidad de los intelectuales, merece la pena aclarar a quiénes nos estamos refiriendo.”

El profesor agrega: “El concepto de intelectual en el sentido moderno ganó relieve con el Manifiesto de los intelectuales de 1898, en el que los dreyfusards, inspirados por la carta abierta de protesta de Émile Zola al presidente de Francia, condenaron tanto la acusación infundada al oficial de artillería francés Alfred Dreyfus por traición como el posterior encubrimiento militar”.

En todo caso sus precisiones se plantean del modo siguiente: La posición de los dreyfusards trasmite la imagen de los intelectuales como defensores de la justicia que se enfrentan al poder con valor e integridad, si bien no era así como eran vistos entonces. Los dreyfusards, una minoría entre las clases instruidas, fueron condenados de manera implacable por la corriente principal de la vida intelectual, en particular por algunas figuras destacadas entre los «inmortales de la fervientemente antidreyfusard Académie Française», como escribe el sociólogo Steven Lukes.

Para el novelista, político y líder antidreyfusard Maurice Barrès, los dreyfusards eran «anarquistas de atril». Para otro de aquellos inmortales, Ferdinand Brunetière, la misma palabra intelectual encarnaba «una de las excentricidades más ridículas de nuestro tiempo, es decir, la presunción de elevar a escritores, científicos, profesores y filólogos al rango de superhombres» que se atrevían a «tratar de idiotas a nuestros generales, de absurdas a nuestras instituciones sociales y de malsanas a nuestras tradiciones [1]». ¿Quiénes eran pues los intelectuales? ¿La minoría inspirada por Zola (que fue sentenciado a prisión por libelo y huyó del país) o los inmortales de la Academia? La cuestión resuena a través de los años, de una forma o de otra.

INTELECTUALES: DOS CATEGORÍAS: Durante la Primera Guerra Mundial, cuando destacados intelectuales de todas las ideologías se alinearon de manera entusiasta en apoyo de sus Estados, surgió una respuesta. En su Manifiesto de los Noventa y Tres, hubo destacadas figuras en uno de los Estados más ilustrados del mundo que llamaron a Occidente a «tener fe en nosotros. Creed que llevaremos esta guerra hasta el final como una nación civilizada para la que el legado de un Goethe, un Beethoven, un Kant, es tan sagrado como sus hogares y casas [2]». Sus homólogos en el otro lado de las trincheras intelectuales se les equiparaban en entusiasmo por la noble causa y fueron más allá en la autoadulación.

En New Republic proclamaron que «el trabajo eficaz y decisivo en nombre de la guerra lo ha llevado a cabo […] una clase que debe ser descrita en líneas generales como los “intelectuales”». Aquellos progresistas creían que estaban garantizando que Estados Unidos entraba en guerra «bajo la influencia de un veredicto moral alcanzado mediante la máxima deliberación por parte de los miembros más reflexivos de la comunidad».


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En realidad, fueron víctimas de las invenciones del Ministerio de Información británico, que buscaba en secreto «dirigir el pensamiento de la mayor parte del mundo» y, en particular, dirigir el pensamiento de los intelectuales progresistas estadounidenses, que podrían ayudar a contagiar la fiebre belicista a un país pacifista [3]. John Dewey estaba impresionado por la gran «lección psicológica y educativa» de la guerra, que demostraba que los seres humanos —o, más en concreto, los «hombres inteligentes de la comunidad»— pueden «hacerse cargo de los asuntos humanos y manejarlos […] de manera prudente e inteligente» para lograr los fines que buscan [4]. (Dewey solo tardó unos años en cambiar de intelectual responsable en la Primera Guerra Mundial a «anarquista de atril» que denunciaba la «prensa no libre» y cuestionaba «hasta qué punto la auténtica libertad individual y la responsabilidad social son posibles en una medida aceptable bajo el régimen económico existente») [5]

Por el momento, transcribimos algunos párrafos cortos del interesante y complejo trabajo Chomsky, que a la manera analítica proseguimos haciendo otras publicaciones a través de la Revista MILENIO que, el autor conoce y lee.


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