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TOFEME: EL CERRO DE LOS ENCANTOS OCULTOS


Cinco siglos se cumplen de historias poco contadas de cosas registradas en la territoriedad del hoy municipio de Chimá. Sitio partícipe de la subregión Ciénaga Grande del Sinú Bajo; perteneciendo al Departamento de Córdoba. Importante destacar como primera medida algo del mítico “Cerro Tofeme”, sitio el cual, denota series de hechos entrelazados con historias y la naturaleza, por marcar episodios tipos sociológicos y culturales, pocos o nada contado aún.


“Tofeme” es un nombre aborigen colocado al español Juan De Santa Cruz, una persona de escasos arraigos bibliográficos, quien hace 490 años, tras pisar los lares del mencionado cerro, llegó a convertirse Cacique Zenú, luego de integrarse al grupo nativo; pudiendo haber sido compañero de lucha del pelotón acompañante de Alonso De Heredia, durante sus andanzas por el Sinú- San Jorge, la Depresión Mompoxina hasta penetrar a Cartagena. Cuenta la historia que, De Santa Cruz, posiblemente, sin asegurarlo, participó del primer combate entre Zenú y los hombres de Heredia, pese resultar el ibérico triunfador al desterrar la mayoría aborigen asentada sobre los barrancos cenagosos. Contra quienes las herejías de Heredia, generó incendios, robos de oro y destierro contra el asentamiento primitivo en el año 1533.


A pesar de una narración literaria de tales acontecimientos, al resultar De Santa Cruz, afectado por la pérdida de un ojo y la nariz, el centro prioritario del tema actual gira alrededor de la historia de Cerro Tofeme. Transcurrido esos cinco siglos, vivirse aproximadamente 15 mil generaciones humanas en todo ese tiempo; Tofeme, no es que siga siendo un espacio de misterios. Más bien de hechos reales.


Sin irnos a temas antropológicos algunos, corresponde manifestar aquí, “Cerro Tofeme”, pudo surgir muy paralelo al nacimiento del Río Sinú, en la época prehispánica entre las escarpatadas laderas y las tierras pantanosas en las que se asentaron los primeros grupos seminómadas. Siendo tiempos interactuados, entre el sol, el agua con los minerales del suelo y otras maravillas. Apreciándose a estas alturas variedades de riquezas naturales que en aquella época formaban ecosistemas, de ellos, queda una porción de ciénaga.


“Cerro Tofeme” aún sigue siendo una reserva natural, digna de total respeto y acatamiento tanto por las autoridades y la misma población. De mucho y especial cuidado, tendiente a ser mantenida ambientalmente. Siquiera intervenciones mal usadas. Todo parece indicar, 490 años del saqueo del oro por Heredia, todavía enterradas en cuevas del cerro, existe mucha cantidad del metal dorado. No podía afirmarse con seguridad versiones que, debajo de Tofeme podría haber partes de un “caimán de oro” ni su dimensión. Lo cierto que estudios antropológicos advierten de evidencias de tesoros valiosos entre las rocas vírgenes. Por ello, tanto la estructura del cerro y su gran extensión territorial abarcando áreas rurales de los municipios de Chimá y San Andrés de Sotavento, actualmente es custodiado por miembros del Resguardo Zenú.


“Cerro Tofeme” se convierte en el foco turístico de una amplia franja territorial, cuando desde su cúspide se alcanza columbrar los parajes de Tuchín, Chimá, San Andrés, Momil y Ciénaga de Oro. Tal auge eco turístico, se viabiliza con su pintoresco paisaje multicolor, conglomerando gentíos para los días de la Semana Mayor.


Lo que aparece en mora, de parte del Gobierno Nacional y el Ministerio de Cultura es la declaratoria del cerro como Patrimonio Cultural. De paso el mismo Centro de Memorias Históricas, dado el cúmulo de objetos de riquezas poseídas al interior del mismo cerro.


Se nos informa de existir cosas tales: “al bajar del lado contrario, algo especial, de donde se sube o se empenina, suele encontrarse el agrietamiento de una roca, la que forma especie de una cueva llena por una arena finita de color dorado, parecido al Oro, mezclada con arenilla cristalizada”.


La misma historia cuenta que tal cueva vivía San Antonio, un santo que cuidaba de los animales y plantas del lugar, y que poseía una mata de ají y un árbol de totumo. Sin poder encontrar el camino daba vueltas y vueltas, la única manera de salir del encanto era devolviendo lo que había tomado. Tratándose de un mito de los mismos escritores.

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