AÑORANZAS DE LA NIÑEZ
- mileniolarevista
- 17 dic 2024
- 4 Min. de lectura

¿Qué nos facilita el saber? Resulta bastante complejo acertarnos nosotros mismos en la realidad de la vida. Sé que nada sé. Pienso luego existo. Será verdad. ¿Es el hombre, la Loca Sinfonía? Ver, para creer.
ENSAYO LITERARIO: HUGO MIGUEL BUELVAS POSDADA: Diciembre de 2024.
El chorrito de humo negruzco escapándose sobre el caballete de la casa de palma. El eco de otras voces. El trinar de distintas especies de aves silvestres, sobrevolando los aires del entorno bucólico. Las lluvias cayendo encima de arboledas y ramales. El alumbrado de mechones. El canto entristecido del Yacabó o del chiné. El chiflido que eran los cantares. Pero sí, los fandangos y las fiestas de toros en corralejas. El soplar de las trompetas y el bombo de las bandas pelayeras, ya estremecían a la pequeña población.
La dulce y descontaminada agua del otrora Río Sinú, atestando las ollas y tinajas de barro. La tutumita para beberla. Las noches frescas de climas saludables. La martillada de las tres comidas diarias. Transcurrir las vidas tranquilas. El burro y el perro, fieles amigos del habitante. Eran aquellos tiempos de oro o dorados de los años 1940. Conviviendo el entonces pueblo agradable de Mateo Gómez.

¿Qué era mundo el domingo 11 de junio de1944? Si a las 12 del día, tras la mirada de la sombra en la tierra. Escucharse el primer chillido del muchacho dentro del cuarto de clima fresco. Que Ana Carmela, pujaba su primer hijo. Quienes nacimos y nos criamos en la Casa de Palma, situada en el patio de piso verduzco en los tiempos de lluvia. Ejemplo, hoy por hoy, lográramos recoger todos esos momentos y almacenarlos en la mente. Podría ser fantástico para escribir las historias incognitas o no descifrables a estas otras alturas de la humanidad.
Fotografiar tanto la primera casa de palma, adyacente al inmenso patio tropical. Retroceder la memoria a los cuatro añitos de 1948, resultaría ahora cotejar ensayos literarios de mentiras o de realidades. ¿A dónde vivíamos? ¿Quiénes éramos? El pájaro azulejo trinando sobre los ramales de los palos de mango. Las aguas corriendo velozmente por las orillitas de la calle Las Flores (hoy Las Letras), fueron otros espacios de tiempos vividos.
Las ranas blancas y bicolores hacían sus festejos cantando atrapadas por los ramales de árboles. Las noches oscuras, que solo el canto del gallo, el ladrido de perros y el maullar de gatos, eran los ruidos que se percibían a la distancia.
¿Pero que había dentro de la casa de palma? Unas expresiones de la abuela Ana Dolores, de los padres, Miguel y Ana, de la tía Guillo o del yumeca Enrique. Siendo así, los tiempos del silencio y el respeto entre los pocos pobladores.
Ochenta años más seis meses, después, todos esos mundos vividos de la infancia, los guardamos mentalizados. Por supuesto, la invención humana es prodigiosa que, podemos expresar todos los repertorios de entonces. La partera María Solera. Mujer de cabello rubio retorcido en gajitos, vestida de polleronas largas y florales. De caminar lento pero conversona, permanecía encima de la cama de tablas en que la vieja Ana Carmela los echó a los aires naturales.
La tripita ombligar, aun colgando sobre el cuerpecito delgado, era curada por Mayo Solera untando gotitas de aceite esenciado. La abuela Ana no descansaba por darle vuelta de reojo al primer nieto (El Lochi), como nos trataban nuestros padres.
Fueron los otros tiempos, sin saber o comprender sobre qué trataba la religión de la gente. La historia, el habla y las costumbres. Pero la realidad de todas las cosas. Detrás o antes del domingo 11 de junio de 1944; ya existía otra clase de gentes. Ahí por la mismita calle Las Flores. Los ecos ensordaban por el palabrerío de Bartola Pacheco. Avisando a la vecindad pequeñita de la llegada de las lanchas. Sea de Cartagena o de la Monteria.
Por lo menos serían dos siglos vividos por otros mundos humanos. Pero la certeza de la casa de palma y el patio, nos invitan hoy más que todo, comparar diversos espacios de tiempos. Percibir los distintos modos de ecos y de voces de los habitantes. Ya entrados a los cinco años, 1949, veíamos las paredes blancas de la casa desvanecerse a pedacitos.
Vivir las eras de la subienda de peces del mítico Río Sinú. Rimeros de gajos de plátanos, manzanos y guineos, pudriéndose en las matas caídas sobre el suelo. Siendo las fiestas de la pajarera. Porque, el hombre de entonces, poseía alimentaciones por granel. Tanto la abuela Ana, como Ana Carmela y la tía Guillo, nos sorprendían con las mazamorras de plátano maduro y de maíz chorote.
Para estos días decembrinos, ignorábamos todo. No se hablaba de Dios o de santos. Menos de misas o retoque de campanas o de festejos de años nuevos. ¿Cuáles mundos vivbiamos? Eran unos laberintos sin principios y fines.
Bueno, ante todo: los primeros años de vida, fueron suficientes para adquirir las enseñanzas hogareñas. De la abuelita, Ana, logramos copiarle diversidades de historias, permitiendo escribir el Libro VIDA. Años infantes, nadie hablaba de epidemias, enfermedades. Por lo general, el habitante parecía no morir. Tampoco recordamos haber visto un cadáver encajonado y transportado a cualquiera de los cementerios.
Alrededor de 1.590, primeros humanos asentaban al otro lado del gran Río Sinú. Siendo otros de los dorados tiempos, en que, ese habitante Zenú, distribuidos por los sitios Bergantín, La Montonera y Los Páez, sus cuerpos se saciaban de oro puro, hasta sin saber que era tan metal brillante.
No obstante, 1716, la llegada de los primeros españoles, al húmedo y boscoso territorio, inicia la horrible noche para los nativos. En un dos por tres, exterminan la población nativa. Corriendo 1.719, los séquitos de la Baptista, Juan Ramos y Cristóbal Jiménez de León, apoderarse de vastos territorios linderos corriendo desde Puchaca (límites San Pelayo), hasta Bergantín, se enfrentaron entre sí, precisamente sobre los mismos territorios, debido al poderío del oro. Pues, ya esos mundos existieron siglos antes que, primer hijito de Miguel Gerónimo y Ana Carmela.
Eran las épocas doradas de la única y principal Ruta del Río Sinú, donde el primer vagón cruza por sus aguas el año 1.870. Aparejada al comienzo de la impetuosa navegabilidad, duradera hasta 1.960. No existía el otro caño o actual mocho de río, surgido en 1902. Era también, 1925, nuestra calle, hoy Las Letras; veía florecer la literatura de la palabra y los escritos en, los dos periódicos Esfuerzo y Erial.
El solo espacio sentarnos sobre un tronquito de palo, por delante unas piedras, allá detrás del viejo patio, nos transporta a los pensamientos de aquellos otros modelos de mundos. Entre sí, virar hacia el viejo rancho de palma, con una vida útil (1.895- 1987). La nuestra casa de palma, lugar predilecto de una historia en gestación. A todos los familiares, amigos y lectores de MILENIO, navidades 2024 felices y año 2025, en sana paz social.
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