El uso del sombrero de vuelta o voltiaó, terciado a un lado de la cabeza pequeña. El calibrado tono de voz menuda. La mirada repartida en el entorno, el suspiro profundo de la emoción, contrastando con la vestimenta de blanco. Moviendo ambas manos, entre sonrisas fingidas. Ojos vibrantes saltones y el caminar paseíto. Son las características de: Catalina Pérez Pérez , expresando palabreríos sacados de su interior, al verse como Senadora de la República de Colombia, pero sin olvidar siquiera sus antepasados históricos de mujer luchadora y confundida entre muchos mundos sociales.
Catalina, nacida en un paraje del sur de Montería, perteneciente a las clases campesinas y explotadas de este país, luego de sufrir andanadas de pesadumbres, ultrajes, maltratos y serias amenazas de muerte, por el espectro Paramilitar nacional; llega a convertirse en la congresista 70 por la suscripción electoral de Córdoba y Sucre, no obstante haber sido elegida en representación del Pacto Histórico, pero fiel al partido Colombia Humana.
“Hoy por vez primera una mujer de las entrañas del campesinado colombiano, llega a ocupar una curul en el Senado de la República”, fueron sus cortas y explayadas palabras del comienzo de su discurso, una vez firma el acta de posesión.
Alzando su brazo izquierdo al instante de cada golpe de voz sonora y, el sombrero meciéndose sobre su cabeza, la ahora nueva congresista colombiana, elocuentemente expresaba: “llegó el momento de la mujer, llegó el momento del campesinado, llegó el momento para la paz y la democracia desde el congreso de la república”, anotaba.
Esta mujer de ancestros Zenú, palpados en su actuar, durante su tiempo de oración improvisada, lanzaba palabras de rabia y dolor, al sentirse libre en otros espacios, tras sufrir en carne propia el rigor de la violencia y de la guerra de nuestro suelo colombiano.
Para Catalina, pisar hoy los fondos de las alfombras tapizadas del congreso de la república, en medio de un clima helado por dentro y cálido por fuera, hallarse en el vaivén de una metrópoli como la Bogotá actual; para ella, mujer de hacha y machete, surcar sobre las tierras las esperanzas del amor de patria, le cuesta alguna dificultad, pese sus 21 años vividos en el encierro misterioso del exilio en diversas latitudes geográficas del centro europeo.
Ahora que desde su curul estrenada, su aliento se le fortalece como si estuviese soplando un globo al aire, asume con hidalguía este nuevo reto de su vida desaforada por el infierno de la crudeza del crimen organizado en contra del colombiano libre y capaz de ser otro, pero diferente dentro de la misma sociedad.
Catalina, entiende el cómo hacer política social desde el mismo parlamento aunque sea uno de los organismos de mayores actos conflictivos. Sus amplios conocimientos en la lucha agraria, le avalan para ponerse a la par de otros legisladores y, hasta más, lo expresa de cara a la postura de una acción política por el cambio.
Su diáfana oratoria le hace vibrar los hilos psíquicos, para acomodar frases objetivas de que, en el país, la historia del campesinado colombiano está más viva que nunca. Para la líder agraria, la problematización de las luchas campesinas contra el degradado sistema capitalista, son las bases de que venía sufriendo el congreso de la república.
La misma problematización del agro, se revierte en el accionar de unas políticas públicas inherentes a la socialización hacia la concreción de una reforma agraria integral, con propósitos de que se acabe el hambre en la ruralidad nacional. Su misma dinámica le hizo extender la invitación al movimiento agrario de Córdoba y Sucre de una forma compartida y equitativa.
Sobra aclarar, todo el que votó por la lista de 100 candidatos al Senado de la República, lo hizo por todos sin distingo alguno. La historia política del hoy territorio cordobés, a nivel de congreso, comienza desde la ciudad de Cereté, con la elección del médico Francisco Padrón, en el periodo de entonces dos años (1914-1916) como primer legislador de la Cámara Baja, llegando a convertirse también en Vicepresidente de la mencionada corporación.
Entonces, históricamente, a los 109 años después Catalina Pérez, alcanza a contabilizar el congresista número 70, exactamente a los 71 años de creado el Departamento de Córdoba
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