ENÁN LORA: SU ARTE DIBUJADO EN POESÍA
- mileniolarevista
- 17 dic 2024
- 4 Min. de lectura

Enancito, era el trato de José Higinio “El Mono” y Lila, padres de ENÁN RAFAEL LORA MENDOZA. Una larga, compleja y divertida historia, aún por contar.
UNA VISION DE: HUGO MIGUEL BUELVAS POSADA: DIRECTOR REVISTA MILENIO
Inquieto y de travesuras pertinentes a los juegos de letras, las miradas siempre fijas al bailoteo de las aguas turbias y dulces de aquel Río Sinú. Miradas y suspiros desde el centro del patio, ahí pegado a la casa familiar. Enán Rafael, cundía de risas cada paso agigantado entre el alar del rancho a la emblemática orilla del Río.
La casa del Mono Lora, situada sobre la esquinita que conduce a la plaza antigua de los terceros fandangos y las fiestas de toros en corralejas. Rodeada, al frente por la calle, a sus lados, los De la Ossa Burgos, Adriana Argumedo, Manuel Antonio y Nacho Lora Pérez, abuelito de Enán.
Al Nacho de los cuentos sabrosos, saboreados con agua de maíz, la mazamorra de plátano maduro; las ocurrencia de “Nacho-abuelo”, los bailes de picó, a pocos pasitos, donde Quiró y Lilia, el temple militar del Mono, y, toda una gama de cosas, Décadas después, nos hace escribir algunos aspectos relacionado con el acto de Dignificación en memoria de Enán Rafael Lora Mendoza, desaparecido forzosamente, torturado y asesinado por agentes del extinto DAS.
Más que todo, sus familiares en este diciembre de alegría, angustia, sonrisas, penurias y miles de cositas, aguardan recuerdos de aquella niñez aventurera del Nancito. Interesante, manejar una narrativa literaria fluvial, enraizada al costumbrismo mateogomero. El mismo que estilaba el muchacho de los talentos revolucionarios.
Esas miradas profusas y contempladas a los aires por encima de la corriente de agua. Caminando sobre suelo humedecido, en que, entre ratos, las tripolinas de los peces, corriendo de lado a lado, asustaban, tal cual para otros diciembres, hacían surgir en la mente infantil, el despertar de la música de cuerda, el canto melodioso y la escritura de poemas.
Precisamente, por esos idénticos lares, en que, cantaban viajes de chamaría, pegadas a los palos de mangos. A comienzos del siglo 20, también eran escondites del negro Jorge Artel, escritor y poeta de muchísimas obras. De su libro: Riberas de Asombros Jubilosos”, allí sentado encima de un tronquito de palo negro, escribió el siguiente canto:
“De Mateo Gómez
recuerdo la casa de los Cuesta,
embaldosada.
Tienda de confituras y otras mercancías.
Grave patriarca durmiendo en ella.
Había también
toda una generación de jóvenes
que miraban pasar, lentamente el río”
Plenas coincidencias introducidas en la empatía de los años primarios de Enán. Frases poéticas de Artel, prediciendo la rimada a los tiempos de hoy. Cuando las generaciones actuales del pueblo de Mateo Gómez, desconoce de la existencia por siglos de siglos del legendario Río Sinú.
La vena artística de Enán Rafael, le comienza a germinar desde sus añitos de niño, partiendo de las embravecidas corrientes de aguas del Río Sinú. A estas alturas del 2024, ni siquiera rastros se perciben. Esa porción hídrica, contemplada en universo espacial de hasta 210 metros de ancho, aparece colmatada, además invadida por viviendas adornadas entre jardineras enlosadas. Algo parecido a los paraísos de los reyes de la Corona española.
Situación que nos lleva a fantasmales, en que, niños y jóvenes poblanos, ya no podrían mirar pasar, como Enán, lentamente el río. Pudiendo darse los toques de embrujos en tiempos desvanecidos por el mismo cambio climático. No obstante, la culpabilidad de los gobiernos y gobernantes viciosos del sistema capitalista.
El valor de rebeldía de Enán, lo coge ahí sobre el pensamiento encontrado por la tierra húmeda y el manantial pintoresco de las corrientes del río. La Casa de Felipe Cuesta, pegada a la de los Padrón, Pérez y Ramos. A las orillas o riberas del Río Sinú, empalman hacia la Calle Las Flores, hoy llamada Las Letras. Sencillamente, un territorio en que, florece el arte literario del habitante de Mateo Gómez.
La casa de los Lora, reflejada en algunos vestigios materiales, con pedacitos de esquirlas baldosadas de los Padrón o de la familia Morelos Sierra, configuran las historias vividas por Enán.
La liturgia concelebrada el 12 de este diciembre, en Ciénaga de Oro, en que, el Estado colombiano realizó acto de dignificación en memoria de Enán Rafael Lora Mendoza, enmarcado en el Acuerdo de Cumplimiento, de Recomendaciones de la CIDH, sirvió de mucho, tendiente a escribir razones de la vida infantil de quien fuera esencial ser humano.
De hecho, son plausibles, mezclar “Opera para fantasmas”, libro La loca Sinfonía del Hombre (autor Miguel Buelvas Sibaja):
No hay nada más rutinario que el poder.
Ese protocolo público que hace apellidos fuertes camino a una inmortalidad inmerecida, está llena de rituales color perfecto
como rojas linternas que alumbraban por la noche un coito marital.
Sea por línea de algún David o por línea de algún Gengis.
Sobre esa sociedad ahincaba explorar Enán, a través del manoseo mágico de sus manos, las cuerdas de la guitarra, pulsando su voz a tonos sencillos y correctos. Su magistral estilo de revolucionar una masa humana. Tal como, el durmiente nativo de las riberas del Sinú. En que, Artel y Nacho, intentaban levantar.
Estupendo raciocinio de dos baluartes de la palabra, motivados por la naturaleza y el hombre pasivo. Enseñanzas las que hoy. Dado lo más rutinario que el poder, la sociedad nacional de Colombia, urge de practicar otros sistemas dentro de nuevas rutas que lleguen directas a la conciencia, para no depender solo de los perversos congresistas de pacotillas.
Saberse, el valor humano, no es acabarlo por las balas estatales. Estas actuales generaciones están invitadas a empuñar las razones de la memoria, abrigando esperanzas por la generosidad de una nación distinta a las otras, como aquellas donde asesinan a seres cobardemente.
ENÁN FAFAEL LORA MENDOZA, era nativo de nuestro Mateo Gómez, pueblo que, a sus casi 250 años, todavía tarda en conocerse. Copiamos algunas frases de GUSTAVO FRANCISCO PETRO URREGO, su fiel compelerlo de lucha:
Lo recogí en el anfiteatro de Faca, estaba calcinado, su cuerpo destrozado por la tortura. Lo envolví y como pude lo mande en un féretro en un avión de carga a Montería.
Está enterrado en el cementerio de Ciénaga dd Oro. Me dijo un día que quería volver a su pueblo entre vítores y banderas.
Fue mi mejor amigo, el poeta/soldado, como dijera Miguel Hernández, el poeta republicano español muerto en la cárcel, compañero del alma, compañero…
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