Sergio Fajardo ha sido señalado de ser un uribista solapado
Por Mig Mar
Nunca hubo un Duque-Congreso, a pesar de la mermelada, para Fajardo; él y los autoexiliados del Gobierno del Cambio, quieren posicionar el apellido “Petro”, como un prefijo de maldad o corrupción, por eso este 19 de julio, en una columna que compartió en redes y que seguramente recogerán los medios de comunicación del uribismo, aludiendo a la posesión del nuevo legislativo, titula su escrito: “EL PETRO-CONGRESO Y LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN”.
Cuál es la verdadera intención de Sergio Fajardo con esta columna? Para entender qué lo anima, debe considerarse que Fajardo nunca ha sido un actor político de oposición, como sí lo fue Petro. Fajardo pasó de agache con Uribe, Santos y Duque, lo que puede interpretarse como que se sintió, al menos no incómodo ni distante con todas las políticas de estos gobiernos.
Su temprano activismo en contra del Gobierno del Pacto Histórico, esgrimido bajo un leguaje recio, poco usual en él, avizora que quiere que la opinión pública lo reconozca como un opositor; es decir, que de entrada ya es un precandidato presidencial y le apuesta al fracaso de la dupla Petro-Francia.
La línea que entonces quiere resaltar, es la que divide a la política enmarcada en la decencia, donde piensa ubicarse de la imbuida en el todovale, donde quiere perfilar al Gobierno entrante; y para ello, se alimentará del mínimo error, respecto a las formas y el fondo.
Un error del progresismo, sería desconocerle su derecho a disentir; esto por el contrario le servirá a Fajardo para ir ganado más legitimidad entre opositores uribistas e independientes, eventuales desencantados y gente desinformada. No se trata de no responderle, sino que es importante que prime en ello el argumento.
Aunque es improbable que un pusilánime histórico como Fajardo, sea visto como un aguerrido político, la mejor estrategia es no solo hacer las cosas bien desde el Gobierno del Cambio, sino seguir manteniendo al interior del Pacto Histórico, la autocrítica sensata; esto implica no ceder al juego de satanización, en el que él y otros más uribistas, han venido caminando, como en el caso de Roy Barreras.
Ahora la política, respetado señor Fajardo, no es “el arte de tragar sapos” por doquier, o la de actuar con “silencio cómplice”, como muchos en el pasado reciente, la política ahora es el arte de respetar las promesas de campaña y cumplirlas, sin vacilación y no permitir, bajo ninguna circunstancia, acuerdos oscuros, como el que generó la ‘Donbernabilidad’.
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