JULIÁN PINTO BUENDÍA: LAS ENSEÑANZAS PERDURAN
- mileniolarevista
- 28 nov 2024
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La posa exhibida por JULIÁN PINTO BUENDÍA, pudo ser fotografiada sobre la calle antigua Las Flores, brisando hoy 210 años. La misma que logramos conocer 80 años atrás, pero sigue teniendo los pocitos de aguas encharcadas. No cementada porque, sobre ella, nacieron muchas figuras de las literaturas.
HUGO BUELVAS POSADA: PERIODISMO DE LA HISTORIA
Doña Berta Vertel Hernández, la señora bondadosa y respetable del pueblo, soltaba palabritas de historias vividas. Útiles revolver la mente en el siglo 21, para cotejar cosas pertinentes a la par evolutiva del tiempo poblano de Mateo Gómez.
JULIAN PÍNTO BUENDÍA, conocido como el Maestro Julián, sin dudas es el personaje seleccionado, con fines de ilustrar a niños y jóvenes de las actuantes generaciones humanas, respecto los otros modelos o diseños de la Educación en general.
Agradeciendo al médico y profesor universitario en Bogotá, Boris Julián (nieto), revolver su archivo fotográfico, hemos conocido otras semblanzas del juvenil JULIÁN PINTO, que habíamos tratado sobre el final de los 50, llegando a ser uno de los tantos adiestradores académicos, de modales conducentes de enseñanzas amoldadas a aquella época.
Centrarnos en el Maestro Julián, conlleva a escribir un voluminoso texto literario, contando o refiriendo sus anécdotas, sus historietas sensibilizadas años atrás del siglo 20. De él, nos quedó demasiada enseñanza, de formas de escribir, hablar, leer y compostura humana en sociedad. Sin olvidar los ferulazos dados en las manos peladas, en medio de las jornadas de clases. A este señor, ninguno de los centenares de alumnos, jamás le pudo sacar un cinco en escritura de las planas. La máxima calificación era de 4.
La oratoria guiada al vocabulario era precisa del aprendizaje para la pronunciación de las palabras. Fue entonces, donde aprendimos a conocer y tratar la ortografía. Su genial método de enseñanza, era ajustado al sistema educativo de la primaria, iniciado en Colombia en 1815. Tiempos de la Conquista española.
Tratando hoy por recordar nuestros condiscípulos o compañeros de aulas, sobre aquel gran salón de la casona de palma, no encontramos para el presente en el pueblo Mateo Gómez. Antonio Toño Pinto Lora (hijo) pero reside en Santiago de Cali. Orlando Charro Paternina Carreño, de mayor edad, recluido en silla de ruedas hace años en el barrio Primero de enero.
Si clarifico recuerdos, el Maestro Julián, siempre lucía pantalones Caquis, camisas mangas largas y abarcas tres puntá. Su principal delirio era la regla alargada, usada para imponer orden y respeto en las clases. Su fuerte tono de voz lo contemplaba a través de dictados escritos con tizas encima del tablero color negro.
Las sanas y buenas costumbres que aún conservamos en el pueblo, se le deben al Maestro Julián. Único hijo de Leticia Buendía. Nostalgias causa recordar aquellos tiempos infantiles. Conviviendo entre el mateogomero sincero, honesto y trasparente. Porque, la sociedad de hoy, es dura por conocerse.
La Calle Las Flores, la misma donde nacimos, era la del Maestro Julián. La que para esta nueva época la llamamos Calle de Las Letras. Por nacer y vivir además, los periodistas y fundadores de los semanarios Erial y Esfuerzo, Aquileo Rodríguez Florez y Eustorgio Sierra Caro. Igualmente, Antonio Navarro Flores, primer y único parlamentario del pueblo y ponente de la Ley novena por la que fue creado el Departamento de Córdoba.
Hablar de nuestra calle, también es, mencionar los hermanos Claudio y Antonio Pinto Lora, nacientes en la misma. Ejemplo fehaciente, existir aunque otros diseños, la casona construida sobre 1878 por Santiago Pérez. En ella, las primeras clases dictadas por el Maestro Julián, fueron en la coloquial casa, el año de 1916. Epoca existir solo las viviendas de los González, Gracia Florez, Ana Dolores Castro Alvarez (nuestra abuela), Bartola Pacheco, los hermanos Padrón y Víctor Ramos sobre la antigua orilla del río.
Aprovechar el momento, en destacar páginas del libro No me entierres en la nieve y otros relatos. Escrito por Boris, pero, narrado por su padre, el extinto Cayo Pinto que, el maldito virus del Covid lo asesinara en Bogotá. Obra literaria donde se habla algo de historias de la hoy Calle de las Letras.
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