Por: CARLOS M ZAPATA CARRASCAL
En la Rebelión de los genes (1997), Manuel Zapata Olivella reclamó a los constituyentes de 1991, seguir invisibilizando a los pueblos originarios, porque al reconocerlos de manera general como americanos y africanos o etnias indígenas y afrodescendientes, seguían siendo desconocidos por sus etnonimos y patronimicos particulares: Nasas, Arhuacos, Emberas Wayuus, Tayronas, o Carabali, Bantues, Yorubas, Ewe-Fon, etc.
En el fondo, los prestigiosos constituyentes reprodujeron la invisibilizacion republicana iniciada por los Congresos de Angostura de 1819 y Cúcuta en 1851, quienes respectivamente acuñaron las denominaciones naturales y esclavos.
Tampoco, la incompleta y oportunista Ley de Abolición de la Esclavitud promulgada en 1851 y que sólo vino a emplearse desde 1852 mientras esclavistas y librecomerciantes se ponían de acuerdo para mantener la esclavizacion laboral en el marco del liberalismo económico inglés; no obstante, conceder ciudadanía, pudo dejar de repetir el vocablo negro que surgió con la trata de esclavos y se repitió en la nueva Constitución.
En la práctica y de manera generalizada, se les confirió formalmente existencia, pero se mantuvo el desconocimiento histórico y las tradiciones culturales, siendo estas últimas convertidas en objeto de la comercialización global neoliberal bajo la reafirmacion de ser productos de las artesanías, caso sombrero Zenú, otrora presentado como indumentaria de la gente sin clase.
De allí, que con los nombramientos de representantes de los pueblos NASAS, ARHUACOS y EMBERAS, en parte se comienza a enseñar al mundo quienes son los NADIE.
Hoy el nuevo gobierno sin que públicamente lo diga, enfrenta la colonialidad de poder que simplemente se ufanaba con la retórica de la plurinacionalidad y multiculturalidad, pero no por el reconocimiento de los nombres auténticos de los diferentes pueblos indígenas y afrocolombianos.
¿Estamos en el inicio del reconocimiento de un Estado Plurinacional? Es una pregunta pertinente, para poder responder desde la alta esfera gubernamental a la pregunta que los Constituyentes del 91 dejaron en el aire al redactar el famoso artículo 7°: "El Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la Nación Colombiana".
¿Cuáles etnias y culturas? Preguntó Manuel Zapata Olivella y hasta ahora un gobierno comienza a responderle.
Estos pueblos, para poder ser reconocidos por sus nombres ancestrales, tuvieron que enfrentar las imposiciones de las hegemonias y homogenizacion de la institucionalidad estatal.
Inclusive, en los ámbitos escolares, se conservan las denominaciones de indios/indígenas y negros/afrodescendientes, mientras la "gente de bien" despectivamente considera que hacen parte de la Colombia salvaje.
Pero de manera un tanto similar, las generaciones escolarizadas aunque sin educarse en el conocimiento de nuestra idiosincrasia nacional, contribuyen al trato discriminatorio porque dentro del curriculum de las ciencias sociales, esa mezcolanza no facilita, al menos en el nivel básico, aprender sobre protagonismos regionales que aportaron a la verdadera emancipación.
Cimarrones, entre otros Benkos Bioho y Catalina Luango; rebeldes indígenas como Agustín Agualongo y Manuel Quintín Lame; patriotas caso Pedro Romero.ero y José Padilla López; son algunos héroes cuyas gestas no tienen el despliegue adecuado en los programas escolares que privilegian acontecimientos asociados con el orden neoliberal.
Cuando se sostiene que el 20 de julio de 1810 hubo indepencia hacia el poder colonial, no obstante que el acta suscrita reafirma la soberanía del monarca español sobre la Nueva Granada, vale la pena seguir recomendando al magisterio reflexionar sobre el trato de los libertadores a los pueblos etnicos, los cuales atraídos por las chantajistas promesas de libertad de patriotas y realistas, tuvieron que plegarse a uno u otro ejército.
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