Algunas disculpas en el contexto fotográficos, tomas antiguas que no surten efectos de la actualidad. Pero sí, aptas para ilustrar el contenido histórico del pueblo de Magangué. Permitiendo continuar la Ruta por el Caribe colombiano.
Crónica: Hugo Miguel Buelvas Posada: Director Revista MILENIO: 2024
El agua vertida del Río La Magdalena, suelos barriales, pisados y amasados por aquel hombre de mediana estatura: El Cacique ZENÚ (Tribu indígena prehispánica) llamado “Maguey”, habitó alrededor de 600 años en estas tierras, se debe la originalidad de la hoy ciudad de “Magangué”, territorio ubicado en el corazón de la República de Colombia.
Variadas razones traen a colación hoy, llegar a visitar la ciudad de “Tierra y Agua” de Magangué emerge como un tesoro viviente de la historia merecedora ser explorada de nuevo durante la presente época del siglo 21. Familiares de ambos apellidos. Entre tanto, pueblo sesgado de meandros verticales del Magdalena, formando parecidos geométricos, denominado Magangué, posee una rica historia que se remonta a siglos atrás. Lugar de clima tropical encantador ofrece tanto a propios y foráneos una ventana al pasado de Colombia. Igual manera a la interacción de biodiversidad cultural.
No es que sea el pueblo de los Posada- Buelvas, más bien. Desde su fundación hasta hoy los hechos y momentos han generado forma a su identidad única. Magangué, viejo puerto conciliador a la despensa agrícola de Ayapel (San Jorge cordobés), es mantenido un destino que a todos por igual nos invita a sumergirnos en sus raíces para descubrir aún más sus secretos mágicos ocultados sobre las aguas dulces del río.
Conocer y tratar con el “mangueleño longevo”, resulta agradable y estimulante. Creemos, al cabo de pisar el pueblo “Palo Quemao”, allí donde nació el grande del acordeón: Alfredo Gutiérrez, entrarnos a la plaza coloquial de San Pedro, columbrar la vieja casona del extinto Alcides Buelvas; mirar el sitio donde funcionó el teatro de cine mudo; es sentir el aire “mangueleño”.
Pues, ir recordando los años 60, compenetrarnos con el algodonero, Arnoldo García, saltar a San Mateo, pegarnos a la aroma de “cachimba”, o sea el olor a hoja de tabaco seca; correr al pozo y llenar el calabazo con agua sucia de tarullas; podríamos acotejar estupenda pieza literaria, empatada con las culturas mangueleñas.
Siempre desde niño, escuchábamos el hombre anfibio o del Sinú, irse hasta Ayapel y treparse en un chalupa rumbo al pueblo de Magangué, durante tiempos de las bonanzas arroceras. Detrás estaba el Magangué del mestizaje, no solo reflejado en la diversidad étnica de su población, sino también en su música, danzas y festividades.
Allí, encontrarse las tradiciones primitivas del Zenú, españolas y africanas entrelazándose dando lugar a una cultura vibrante y única. Las celebraciones como el Carnaval de Magangué son testimonios de esta fusión, donde las calles hoy cementadas se llenan de color. Ritmo y alegría.
No solo corresponde irnos a su originalidad fundada en tiempos coloniales, en que son marcadas huellas de crueldades españolas, dado estar la valentía y la determinación de los mangueleñas haciéndose sentir fuertes en su participación de la lucha por la independencia.
Más de dos siglos, resulta satisfactorio el nombre de Juan Polo de Ondegardo al destacarse por su liderazgo en las causas liberadoras. Claros héroes tan admirados y reseñados en la historia nacional por su encomiable contribución al afianzamiento nacionalista.
No es que sorprenda el andar la visita del reportero, divisar la estatua de uno de los caciques Zenú sobre el parque central de Magangué. Sino, percibir el anhelo por la cultura primaria, cuando en el Departamento de Córdoba, solo vemos bustos o estatuas de los herejes españoles y guerreristas antioqueños.
Dándonos algunos sorbos de chichime placero, alguien nos contaba de cosas positivas al marco de un periodo del siglo 20, obteniéndose cambios importantes para Magangué. La modernización estructural de la infraestructura y el crecimiento económico hicieron ascender un nuevo capítulo en la historia de la urbe. El agradecimiento de las comunicaciones al lado del comercio hizo permitir que la ciudad de Magangué se conectara aún mayor con el resto del país.
En este siglo 21, regresar al Magangué de antaño, es introducirnos a otras atracciones como el Museo Histórico, donde los visitantes pueden explorar artefactos y documentos que narran la historia de la ciudad. Además, las calles adoquinadas y la arquitectura colonial son un testimonio visual de su pasado.
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