Presentir o tener sueños, es parte de una ojeada al futuro. Un sentimiento o un presentimiento de que algo o una cosa, está a punto de suceder. También puede tratarse de un aviso de un desagrado o agrado o también situaciones agradables.
Sobre estas ideas subjetivas, brotadas de su interior, tal vez, pensando a solas, es lo que, demuestra la crónica escrita por ALBERTO GARCÍA DELGADO, licenciado en Ciencias Sociales, ex profesor del emblemático Colegio Nacional José María Córdoba, de Montería, nativo de Mompox, Bolívar y asiduo lector y suscriptor de la Revista MILENIO. (Foto).
Mompox, Agosto 5 de 2024:
Desde que tengo uso de razón, he tenido grandes sueños. Algunos se han hecho realidad, mientras que otros se han quedado como meras manifestaciones mentales del universo. Hace mucho tiempo tuve una premonición, no un simple sueño, sobre mi existencia en esta dimensión de la vida.
Esta premonición está ligada al signigicado del 11-11-11 como guía de la vida, y a la fecha. Más adelante, en otra ocasión, explicaré en detalle por qué estoy convencido de que partiré un 11 de noviembre a los 111 años de existencia.
De mis últimos sueños, hay uno que quiero hacer público. Me considero un ser humano normal, parte de un universo infinito que a menudo los humanos no comprendemos ni entendemos las señales sutiles de nuestra existencia.
He soñado, no una vez, sino varias veces, que asisto a mi propia despedida, a lo que llamamos sepelio. Es el camino de regreso a la madre tierra, la transformación en un nuevo átomo que fertilizará la tierra.
En mis sueños, veo mis cenizas esparcidas en el puerto de Santa Bárbara, en el antiguo cauce del río Karihuaña, al son de canciones tocadas con guitarras, una flauta de millo y una banda de viento, como las que se encuentran en Córdoba y Mompoj.
Los gastos de esta ceremonia estaban pagados con mucha antelación. En el sueño, camino con pasos mesurados, esos que la edad me ha dado, rodeado de muchos amigos, amigas, algunos conocidos, otros que jamás había visto. Todos están vestidos como para una fiesta, dichosos y alegres, porque en mi despedida no había lugar para la tristeza, solo para la alegría de una existencia efímera, pero provechosa y productiva.
Es un festejo por haberme conocido y por compartir muchas experiencias, anécdotas y saberes adquiridos entre las comunidades de Córdoba, Sucre, Atlántico y la región anfibia.
Mi satisfacción no tiene límites, pues mis amigos también sentian júbilo por ser ésta la última oportunidad de ver mi humanidad, ya un poco decadente, pero eso sí, firme. Estoy muy alegre porque sé que me encontraré con muchos de mis ancestros, coterráneos y amigos de vida y luchas por el bienestar y la libertad de esta sociedad.
Al final, estoy seguro de que no volveré a estar en carne y hueso, como se dice comúnmente, pero estaré presente en los areneros del río, los pescadores, los agricultores, los maestros, los gestores culturales, afrodescendientes, indígenas, artesanos, artesanas , costureras, cocineras, y sabedores, a quienes siempre he tenido en alta consideración.
Al despertar, como siempre, a eso de las 4:00 de la mañana, me toco todo el cuerpo, parsimoniosamente, para saber que aún estoy con vida en esta dimensión, siento gran satisfacción por tener buena salud y armonía con la naturaleza y mis congéneres.
¡Gracias, Poder del Universo, por darme tanto en esta vida!
Gracias a mis hijos, a mis familiares, a mis hermanos@ Mayda y María Josefa, a Javier (El último orfebre ancestral de Mompoj), a Josefina, Nohemi, Noris, a mis sobrinos, nietos, nietas, a mis antiguos compañeros de trabajo, allá en Montería, a mis hermanas y sobrinos que viven en Venezuela, y a todos mis coterráneos del Caribe. Aún sigo con vida en ésta dimensión del universo.
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